Encuentro en la cumbre
Sin entrar a pensar cual es el verdadero motivo que nos lleva a buscar las cumbres, no hay lugar a ningún tipo de análisis ante la afirmación que no hay otra vivencia mas profunda que pisar el punto mas alto de la montaña. Seguramente ese instante a mas de uno le sirve para reafirmar o reafirmarse, encontrarse y entender que es capaz de planificar algo y lograrlo, de animarse y superarse, en definitiva un montón de sentimientos mas propios de analizar por un entendido en los intricados caminos de nuestras mentes y no por un simple montañista que además “padece” el mal de la montaña, ese que te hace ir para arriba sin sentido a conquistar lo inútil, parafraseando a Terray.
Pero a lo que me quería referir es al encuentro en la cumbre con el paso de otros que llegaron antes que nosotros. Ese encuentro, incluso, puede conocerse de antemano que puede ocurrir, como cuando vamos con el topo que nos dio un amigo, conocido o admirado colega, o como en la historia que recuerdo ahora, la realidad se impone ante el descubrimiento de un testimonio del paso de alguien hace años.
En 1991, en ocasión de un viaje a Mendoza en busca de la cumbre del Maipo, el viento y la nieve nos impidieron siquiera pensar en intentarlo y desde el campamento que estábamos decidimos ir por una cumbre que estaba al suroeste de nuestra posición y se veía atractiva en sus formas.
Dos días después llegábamos a la cumbre y con sorpresa encontramos dentro del montículo que señalaba la cima una lata y adentro un testimonio con papel membrete del Club Andinista Mendoza que indicaba que era el “Cerro Lagunita” y que cuyo primer y único ascenso se había hecho 40 años antes, en octubre de 1951 y el autor de dicha escalada era Alejandro R. Cassis.
Ese encuentro en la cumbre con Cassis me señaló un camino que no había pensado recorrer antes, que era ir por cumbres poco conocidas, a descubrir, mas que a llegar. Dicho de otra manera, me empezó a interesar mas ir por lo desconocido que por lo transitado, me empezó a motivar hacer lo que había hecho Cassis, ir por una montaña, que hasta que él llegó estaba olvidada.
Busque infructuosamente a Cassis durante un tiempo, escribí una carta al club Andinista (no había mail en esa época) y también en un viaje, pasé por su sede, pero pese a que sabían quien era, no conocían donde estaba. Pasó el tiempo y comencé a “encontrarme” con Cassis en las viejas publicaciones y así supe que había subido cuatro veces el Aconcagua en los años 40, que había sido el primero en intentarlo en invierno llegando a 6700 metros y que había recorrido la cordillera mendocina escalando varios picos vírgenes, ganándose el mote de “escalador solitario”.
Fue finalmente José Herminio Hernández, poseedor de la mayor cantidad de biografías de andinistas y autor de una magnánima obra que las reúne, quien me mandó información de don Alejandro y me acercó fotos y datos, también el dato que se encontraba enfermo y vivía en Rosario. Quedé que le escanearía el testimonio del Lagunita y se lo mandaría, “para sacarle una sonrisa al viejo explorador” pero no lo hice en ese momento, atareado por el trabajo o por vaya a saber que cosa. Un mes después, en marzo de 2010 me fui a la cordillera a buscar montañas, y para variar, alguna desconocida. Cuando ya la señal del celular era intermitente porque nos internábamos en la ruta que lleva al Paso de San Francisco, entro un mail de José Hernandez que decía que el día anterior, el 16 de ese mes, había fallecido Cassis, luego de una larga enfermedad.
José mandaba algunas fotos y algunas palabras que buscaban honrar la memoria del escalador, guía de montaña, antártico, amigo, maestro y sobre todo persona humilde que dejaba este mundo. Comentamos lo ocurrido con mis compañeros e incluso una vez mas conté cuando encontré el testimonio en 1991. No lo conocí, pero ese día sentía que había partido un viejo conocido.
Al otro día fue mi último encuentro con Alejandro Cassis en una cumbre, subimos el desconocido Morocho Chico, solo hollado por Walther Penck hacía casi 100 años y dejé en la cumbre un testimonio homenaje al infatigable explorador solitario, recordándolo como alguien que marcó nuestros caminos en la montaña. Seguramente desde algún lugar sonrió, quizás tarde, quizás no. Estoy convencido de que los encuentros en la cumbre pueden derribar ciertas barreras.
ROSARIO ALEJANDRO CASSIS BRESCIANI
Nació en Bérgamo, Italia, el 27 de septiembre de 1921. Sus padres fueron Virginia Bresciani y Mansueto Cassis. Llegó a la República Argentina cuando era niño, a la edad de cinco años, regresando a Italia a los 14 años, volviendo nuevamente en el año 1936, fecha, desde la cual, vivió desde entonces en la ciudad de Rosario, hasta el año 1944. Ese año comenzó a trabajar en el ferrocarril trasandino y empezó su vida montañera en Mendoza. Compañero de Francisco Ibañez en varias motañas, compartieron la cumbre del Aconcagua en 2 oportunidades. Escaló en el Cordón del Plata, en la zona de la Laguna del Diamante, en la quebrada de Matienzo, en Puente del Inca y en el valle del Horcones. Fue el primer guía del Aconcagua contratado por el hotel de Puente del Inca. Trabajó en varios proyectos científicos en la cordillera y pasó varios inviernos en la montaña, entre ellos uno en la zona del Co. Lagunas, cerca de la Laguna del Diamante, en el refugio Perón. Entre 1954 y 1974 participó de varias campañas antárticas. Falleció el 16 de marzo de 2010 a los 88 años.