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Dibujando la propia Ruta. Travesía Veladero - Baboso

Entre el 3 y el 10 de febrero de 2019, Griselda Moreno, Mariela del Valle Flores y Gustavo Soto Nedir, todos de la provincia de Salta, completaron la primer travesía de sur a norte del cordón Veladero - Baboso. En rigor de verdad, la Sierra del Veladero, se extiende por 35 km entre el cerro homónimo y el Gemelos ubicado al NNE, pero es el primer sector, que discurre en sentido NE, por donde discurrió el derrotero del grupo liderado por Griselda.

Fueron siete días de travesía, logrando la apertura de una nueva via en la cara sur del Veladero y la primera travesía integral del cordón ingresando por el sur. Se trató de una expedición liviana y autosuficiente, utilizando solo el apoyo de Vialidad de la provincia de La Rioja, para acceder a la base de la montaña. Luego, avanzaron sin aprovisionamiento externo durante el lapso de la expedición.

El recorrido total fue de algo mas de 60 km, la mayoria del tiempo sobre los 5.000 metros con siete campamentos.

Puntos GPS de la travesía:

  • S28.101003 W68.591138, 4.344 m

  • S28.129434 W68.966123, 4.729 m

  • S28.110638 W68.984498, 5.302 m

  • S28.054201 W68.583513, 5.780 m

  • S28.090200 W68.875487, 5.863 m

  • S28.078711 W68.975751, 6.120 m

  • S28.073091 W68.977210, 6.427 m

  • S28.057202 W68.964235, 5.454 m

  • S28.041377 W68.945197, 5.304 m

  • S28.028039 W68.926800, 5.443 m

  • S28.002984 W68.543521, 6.079 m

  • S28.066041 W68.864707, 4.739 m

  • S28.135066 W68.543269, 4.398 m

Relato en primera persona:

Por Griselda Moreno

El rumor del viento trae las voces de la historia, hablan los sueños callados. El pausado transcurrir de los flamencos andinos en la laguna donde esta travesía comienza, es el preludio de una región atravesada por la belleza y el silencio, de un tiempo disidente, resistiendo la celeridad de la vida impuesta por la contemporaneidad. Estamos en la base de la cara sur del Volcán Veladero, la historia estalla en sus piedras, en sus lagunas, y en su punto final, donde aún sobreviven los rastros de lo que fuera un santuario de altura, un escenario ceremonial durante el período de influencia Inca.

Los cielos azules que acompañan las jornadas de viaje a las altas tierras estremecen; el cielo, como las montañas, siempre estuvo lleno de caminos, de vida, de verdad. A veces los refugios tienen forma de intemperie, la luz pareciera posarse en aquello que importa y bajo las estrellas uno descubre el amparo. Entre campamentos las lagunas surgen como una epifanía, para ciertos lugares y personas el agua es concebida como la “sangre de la vida agrícola andina”, fluye descendiendo de las lagunas y glaciares para fertilizar los campos. Pero la desglaciación ha dejado huérfanas a muchas lagunas, agonizan en medio de la vastedad. Que vértigo produce imaginar este alto mundo sin lagunas, sin nieves eternas, sin agua. Atravesar de sur a norte el Volcán Veladero con el peso de toda la expedición es uno de los objetivos. Ser parte del retorno a la montaña de Gustavo Soto Nadir, el amigo, el hermano. La voluptuosidad escarpada de este volcán y la curiosidad de sus formas demoran nuestra llegada a su remate, a ese extremo que domina el horizonte de picos y valles, donde se produce el arrebato de los sentidos. Caminamos con la lenta porosidad de las horas y la meteorología como aliados, dibujando una ruta propia, con el alma oronda, nos creemos sumergidos en los abismos de la tierra.


Pero el siete de febrero, luego de armar y desarmar campamentos, de franquear lagunas de azulados y verdes reflejos, junto al sol en el cenit, tocamos la cumbre sagrada y abrazamos las voces pétreas de la historia. ¡Con que júbilo se ilumina tu rostro querido Gustavo!, con que fuerza y espíritu ejemplar das batalla, con que sensibilidad se devela tu vida ante la belleza inesperada de tu propio reencuentro.

Desde esta cumbre de casi 6.500 msnm que ha sido violentada por los huaqueros (saqueadores de yacimientos arqueológicos) y donde aún permanece un pico que demuestra este asalto al pasado, veo a los glaciares llorar hilos de agua, parecen tener músculos, un gélido pulso se percibe en las crestas de los penitentes, gritan existir, y van dejando gotas de agua turquesa en los recodos de la tierra, acaso, como señales de auxilio. ¡Que belleza y que tragedia a la vez!


“Caminar es vivir el cuerpo” sostiene David Le Breton, y yo siento que vivir el cuerpo es vivirlo todo. Descendemos vorazmente del Veladero para meternos en los pliegues geológicos del Volcán Baboso, otro de nuestros objetivos. Y aquí, frente a las lagunas verdes de esta pirámide de roca y nieve, sucede lo inevitable: el llamado insondable del cosmos. Una estrella fugaz atraviesa el ocaso del desierto alto andino riojano y se hunde en la saliente luna, que aparece llena detrás de la cima del nuevo volcán. La incandescencia se mete como un puñal en las ilusiones de una cumbre nocturna, tres almas derrotadas por la beldad y una cima de más de seis mil metros entre crepúsculos. Llegamos a su cúspide por el filo norte central antes de la medianoche, el universo de montañas es ahora un paisaje bajo cero, de encajes blancos y bordes negros.

Nada de lo que pueda sentirse y pensarse en las montañas es intranscendente, nada sabotea la atención, el incontinente ruido del mundo queda atrapado por las fuerzas descomunales del silencio, el corazón y la mente se alinean al ritmo de la tierra y no existe nada más en el mundo que el estar ahí, sintiendo el segundo a segundo de la vida.



Cumbre en el Veladero

El Volcán Baboso, desde el Veladero. Imagen anterior, descendiendo por el filo norte del Veladero

Campamento en la laguna de la cara sur del Boboso.

Mágica cumbre nocturna en el Baboso



Recorrido de la primer travesía Sur Norte del Cordón Veladero - Baboso


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